22 dic 2012

TODOS TENEMOS GANAR DE EXPLICAR EL FÚTBOL, PERO NOS CUESTA SABER CUAL ES LA VERDADERA REPUESTA.

El fútbol a sol y sombra y otros escritos


El fútbol

La historia del fútbol es un triste viaje del placer al deber. A medida que el deporte se ha hecho industria, ha ido desterrando la belleza que nace de la alegría de jugar porque sí.

En este mundo del fin de siglo, el fútbol profesional condena lo que es inútil, y es inútil lo que no es rentable.

A nadie da de ganar esa locura que hace que el hombre sea niño por un rato, jugando como juega el niño con el globo y como juega el gato con el ovillo de lana: bailarín que danza con una pelota leve como el globo que se va al aire y el ovillo que rueda, jugando sin saber que juega, sin motivo y sin reloj y sin juez.

El juego se ha convertido en espectáculo, con pocos protagonistas y muchos espectadores, fútbol para mirar, y el espectáculo se ha convertido en uno de los negocios más lucrativos del mundo, que no se organiza para jugar sino para impedir que se juegue. La tecnocracia del deporte profesional ha ido imponiendo un fútbol de pura velocidad y mucha fuerza, que renuncia a la alegría, atrofia la fantasía y prohíbe la osadía.

Por suerte todavía aparece en las canchas, aunque sea muy de vez en cuando, algún descarado cara sucia que sale del libreto y comete el disparate de gambetear a todo el equipo rival, y al juez, y al público de las tribunas, por el puro goce del cuerpo que se lanza a la prohibida aventura de la libertad.

EL FUTBOL A SOL Y SOMBRA. EDUARDO GALEANO.

No hay partido de fútbol tras el que no se plantee si el marcador final ha sido justo o injusto. Cuando el periodista se olvida de lanzar la pregunta, ya la contesta directamente el jugador, el entrenador o quien pase por delante del micrófono. Al igual que la valoración de la actuación del árbitro, de los jugadores o del entrenador, la evaluación del grado de justicia del tanteo ha pasado a formar parte del ritual de cada postpartido. No obstante, de un tiempo a esta parte, ando planteándome si tiene sentido hablar de justicia en estas circunstancias.

Entiendo que el fútbol es un juego complejo en cuyo desarrollo intervienen múltiples factores. Entre ellos, uno de los más importantes, como en todo juego, es el azar. Y aunque la habilidad para la práctica de este y otros deportes consista, precisamente, en reducir al mínimo la influencia de lo incontrolable, el azar siempre está presente. Y no me refiero sólo a eventualidades relacionadas con la física, como puede ser un bote extraño de la pelota. También interviene en la toma de decisiones del entrenador, en las del árbitro, y por supuesto y sobre todo, en las del futbolista, que es quien juega.

Si a lo anterior se añade la circunstancia de que el hombre –y como tal, el jugador de fútbol– tiene la facultad de cambiar de opinión unas catorce veces cada tres décimas de segundo, la elección de un futbolista en un momento dado, aunque esté sujeta a cierto criterio y no sólo al azar, es impredecible. De este modo, como diría un periodista , el fútbol no es sino dinámica de lo impensado, un arte del imprevisto.

Por otro lado, la finalidad de un juego siempre es entretener, divertir a quien lo practica o lo mira. Cuando el juego es competición, el objetivo último es ganar al adversario. En el caso del fútbol, los medios para conseguir estos propósitos están delimitados por un reglamento que, como se pueden imaginar, no vincula ni la diversión ni la victoria con el uso de determinadas tácticas o estrategias. Se puede jugar en largo o en corto, con un juego asociativo o más dependiente de las individualidades…cada cual se entretiene más con un tipo de juego que con otro, pero quien quiera ganar tendrá marcar más goles que el rival.

Llegado este punto, si el fútbol está determinado por el azar, es imprevisible, puede divertir/entretener siendo jugado de muchas formas distintas pero sólo se consigue la victoria marcando más goles que el contrario, ¿qué sentido tiene cuestionar la justicia de un marcador final?

Después de darle muchas vueltas, creo que he encontrado una respuesta que, sin convencerme, podría explicar la mentada recurrencia a la cuestión sobre la justicia del marcador. Así pues, un buen punto de partida es tener en cuenta la dimensión que ha adquirido el fútbol como espectáculo. Atendiendo a esta consideración, cada partido sería interpretado por el espectador/jugador como un relato cuyo devenir debería responder a ciertas convenciones narrativas. De este modo, el desenlace del encuentro que se concreta en el resultado final habría de cumplir con la justicia poética: debe ganar quien ha jugado “mejor” (porque ha creado más ocasiones de gol, porque ha gozado de mayor posesión de pelota, porque ha empleado tal o cual estrategia que entusiasma a quien hace el juicio etc.).

Pero, maldita sea, no me convenzo ni a mí mismo…

Que nadie me malinterprete. Yo también pienso que la estrategia más eficaz para conseguir la victoria es la que se fundamenta en el dominio la pelota y en la asunción de la iniciativa en el ataque. Y puede que sea la más bonita o la más divertida, eso ya es subjetivo. Pero el fútbol, aunque sea espectáculo, no es literatura. Es un juego y en gran medida su atractivo reside, precisamente, en la independencia del resultado con respecto a la justicia poética.



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